Y, terminada la cena, el baile, las uvas, el cotillón, y un montón de besos y saludos, centraron la atención de los asistentes, en una noche que deja atrás un año viejo, para emprender la aventura de uno nuevo, el 2015. Como se dice en la jerga taurina, ¡qué Dios reparta suerte!
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