Sin duda, una noche diferente, en la que los fuegos visten el cielo de los más diversos colores, dibujan en él múltiples formas, y ascienden rápidos como una centella, o caen, desafiando a la ley de la gravedad, con la parsimonia y elegancia de una pluma. Todo ello gracias al arte de unos pirotécnicos y al esfuerzo de los vecinos de esas dos calles - la del Medio y la del Sol - que cada año hacen posible este espectáculo. A ellos, nuestro reconocimiento.
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